Une diversión, enseñanza y evangelización, con nuestro juego de rol sobre la Biblia que refuerza el capítulo: Custodio Animae.

2.4 Desierto y Alianza

Por eso, yo la persuado, la llevo al desierto, le hablo al corazón.
- Oseas 2, 16

Tiempo de desierto Israel, una vez libre de los Egipcios gracias a la actuación amorosa de Dios, entra en el desierto. Y el desierto es árido, caluroso, agobiante y molesto. Es una clara imagen de los períodos de sequedad y rutina de nuestra vida en los que parece que nada cambia y todo se hace pesado. Sin embargo, en el desierto es donde Dios acompaña, guía, actúa y enamora a su pueblo: Pues tú, por tu inmensa misericordia, no los abandonaste en el desierto. No se apartó de ellos la nube que durante el día los guiaba en su camino, ni la columna de fuego que por la noche alumbraba la ruta por la que habían de caminar (Nehemías 9, 19). Es un tiempo donde la paciencia de Dios se hace presente. ¿La de Dios? ¿No la nuestra? Sí, porque aunque Dios quiera hacer ya grandes obras con ese pueblo, ellos necesitan primero conocerse y saber los límites que poseen. Y saber que cuando vencen, es Dios quien vence en ellos.

En el desierto, el pueblo de Israel duda, y duda mucho. En Mará* porque el agua estaba amarga. En Refidín porque no había. En el desierto porque llevaban un poco de tiempo sin comer. O querían comer carne en vez de pan. Delante de la tierra prometida porque estaba ocupada por gente aparentemente fuerte. Y así continuamente. ¿Y la respuesta de Dios? Usar de paciencia con su pueblo, corrigiéndole y demostrándole que Él provee. Por eso les da agua, les da el maná, les da codornices y les regala la tierra prometida*. Dios paga la rebeldía de su pueblo, que es tu rebeldía y la mía, con su fidelidad. Y el pueblo ve lo que hay en su corazón, se conoce, se ve débil y ve que pese a ello el amor de Dios no se frustra en ellos. El desierto es para todos los hombres un tiempo de descubrir nuestras propias limitaciones, y el ilimitado poder de Dios. Es un tiempo de vivir en la Fe, despojándose de todo lo accesorio y volviendo a Dios, que nos ama. Por eso, yo la persuado, la llevo al desierto, le hablo al corazón (Oseas 2, 16).

Los cuarenta años que Israel pasa en el desierto son, simplemente, el tiempo necesario. Dios siempre usa de paciencia, queriendo que todos se salven. Jesús pasará también cuarenta días, y tendrá tentaciones en el desierto (Mateo 4, 1-11) similares a las del pueblo de Israel. Sin embargo, Jesús no se rebela a la voluntad de su Padre. No se queja. Y no deja que el maligno lo engañe. Hace de Dios su seguridad y deja que Él decida en su historia. Y sobre todo, reconoce a Dios como el único Dios. Esta es la mejor forma de pasar por el desierto: fiándote de Dios. Al final, pases el desierto rebelándote como hizo Israel o fiándote como hizo Jesús, la respuesta de Dios es siempre la fidelidad.

La alianza de Dios Durante su trayecto en el desierto Dios hace una alianza con su pueblo Israel. Y lo hace por amor: Si el Señor se enamoró de vosotros y os eligió, no fue por ser vosotros más numerosos que los demás, pues sois el pueblo más pequeño, sino que, por puro amor a vosotros y por mantener el juramento que había hecho a vuestros padres, os sacó el Señor de Egipto con mano fuerte y os rescató de la casa de esclavitud, del poder del faraón, rey de Egipto (Deuteronomio 7, 7-8). ¿Paralelismo con nosotros? No por tus méritos, por lo buena persona que eres, por tu compromiso, ni por tu gran inteligencia te ha elegido Dios, pues hay mucha gente que te supera en todo eso; sino por simple y puro amor. Porque le necesitas para ser feliz, aunque quizás no te hayas dado cuenta aún. Por eso Dios les regala la Ley, el decálogo, que son diez palabras de vida: una primera guía que indica el camino de la Vida.

Vivir en el decálogo es vivir en agradecimiento y fiado de Dios. Un Dios que ha sacado de Egipto a Israel, que ha respondido a sus plegarias, que busca su bien, que los ama, y que sabe mejor que ellos cómo hacerlos felices. Es una respuesta al amor de Dios que ha actuado en su historia personal rescatándolos de Egipto. E Israel lo sabe: Y el Señor nos mandó cumplir todos estos mandatos, temiendo al Señor, nuestro Dios, para que nos vaya siempre bien y sigamos con vida, como hoy (Deuteronomio 6, 24). La Ley de Dios son palabras de vida, y su objetivo el bien de quien la pone en práctica. El decálogo es éste:

  1. No tendrás otros dioses frente a mí.
  2. No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso.
  3. Recuerda el día del sábado para santificarlo.
  4. Honra a tu padre y a tu madre.
  5. No matarás.
  6. No cometerás adulterio.
  7. No robarás.
  8. No darás falso testimonio contra tu prójimo.
  9. No codiciarás la mujer de tu prójimo.
  10. Ni nada que sea de tu prójimo.
    (Éxodo 20)

Las tres primeras palabras de vida invitan al pueblo de Israel a alabar a Dios. Dios les está diciendo que Él -y no otro- es su Dios. Él es quien les ha ayudado y amado, y por eso les reserva un día para la bendición y el descanso. Las otras siete palabras de vida guían al pueblo de Israel al amor al hermano. Siguiendo estas palabras de vida el pueblo de Israel puede vivir en comunión y sin destruirse unos a otros. Son palabras de vida dispuestas para el bien de los hombres: para el tuyo y el mío. Palabras que Jesús resumirá muy acertadamente cuando se le pregunta por ellas: Él le dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas» (Mateo 22, 37-40). Esta es la oración “Shemá Israel”, que el pueblo de Israel y los cristianos rezamos. Estos mandamientos nos enseñan a vivir en el camino de la Vida, que es el amor a Dios y a nuestros hermanos.

Práctica Las continuas rebeldías, quejas e impaciencias del pueblo de Israel en el desierto son actos que repetimos constantemente nosotros. Ellos decían: no hay comida, no podemos beber, estos o aquellos son muy fuertes. Es decir, decían: Dios quiere nuestro mal. Nosotros decimos: me falta dinero, no quiero esta situación tan difícil, quiero esto o aquello que no tengo. Es decir, decimos: Dios quiere nuestro mal. Sin embargo, ante las mismas tentaciones Jesús tiene una actitud completamente diferente, que se basa en la confianza en Dios. Reflexionemos sobre nuestras propias rebeldías e impaciencias, la fidelidad de Dios y la mejor forma de vivir nuestra vida: confiando en Dios. Para ello vamos a realizar la Lectio Divina de los siguientes pasajes bíblicos:

Éxodo 17, 2-7 (Masá y Meribá)
Levítico 25, 18-22 (Los años santos)
Números 14, 2-9 (Rebelión de Israel)
Números 21, 4-9 (La serpiente de bronce)
Números 24, 5-9 (Bendición de Balaán)
Salmo 106, 13-22 (Israel confiesa sus pecados)
Mateo 4, 1-11 (Tentaciones de Jesús)

A la luz de estos pasajes podemos ver como el camino de la Vida debe recorrerse con la confianza plenamente puesta en Dios porque, en caso contrario, lo que surgirá durante nuestro camino serán rebeldías continuas. Por eso, es fundamental poner toda nuestra confianza en Dios. Sin embargo, eso conlleva un proceso largo, en el que Dios nos va dando garantías para que no dudemos de Él, tal y como hizo con el pueblo de Israel. Y una de las más hermosas es la promesa de la vida eterna.

Comentarios

Diego Fernando Puerta(20-01-2024)
Gracias por las enseñanzas. Me siento feliz aprendiendo con las Sagradas Escrituras. Cuando una muchedumbre no nos quiere ver bien, distinguimos el lado vacuo de las muchedumbres: Sólo Jesús nos da la superación y la concentración para lograr todos nuestros logros.
Efectivamente, sólo Cristo salva. Dios lo bendiga. ¡Ánimo! La paz.
Anahi(12-03-2023)
Actualmente estoy en el desierto, entre Mará y Refidín, pero agradezco a Dios este curso. Después de años de ir a la Iglesia esta es mi primera cuaresma que vivo con Fe y con Dios, curando mi dependencia emocional, y viviendo la experiencia de una conversión real. ¡Que todo sea para gloria de Dios!
Que así sea. Dios la bendiga. ¡Ánimo!
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Notas y aclaraciones

... Mará*
Mará y Refidín Lugares geográficos del desierto por el que pasó Israel. En estos lugares Israel dudó de Dios, como dice la Escritura diciendo: ¿Así le pagas al Señor, pueblo necio e insensato? ¿No es él tu padre y tu creador, el que te hizo y te constituyó? (Deuteronomio 32, 6). La consecuencia de la rebeldía del pueblo es su propio daño, pero la fidelidad de Dios no se frustra en ellos, por lo que la historia del pueblo de Israel continúa aún hoy en día.
... prometida*
Tierra Prometida Geográficamente, la tierra prometida estaba aproximadamente donde están Israel y Palestina ahora. Se la llama así por ser la tierra que Dios prometió a Abraham. En el profeta Isaías se encuentra la expresión “Dios de verdad”, literalmente “Dios del Amén”, es decir, el Dios fiel a sus promesas: “Quien desee ser bendecido en la tierra, deseará serlo en el Dios del Amén” (Is 65, 16) (Catecismo 1063). Y Dios, siendo fiel a sus promesas, se la regaló a Israel, como había prometido.