Une diversión, enseñanza y evangelización, con nuestro juego de rol sobre la Biblia que refuerza el capítulo: Custodio Animae.

2.12 Santos de Dios

Somos, pues, obra suya. Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que de antemano dispuso él que practicásemos.
- Efesios 2, 10

Santos de Dios Los Santos de Dios son personas que, a lo largo de la historia de la Iglesia, han sido fieles a Dios de una forma real y práctica. Ellos forman Iglesia triunfante e interceden ante Dios por los vivos de la tierra y por los difuntos del Purgatorio, como nos recuerda uno de los artículos del Credo Apostólico: “creo en la comunión de los Santos”. ¡Tenemos una multitud de hermanos en la fe que interceden por nosotros! Ellos están siempre en oración y súplica, orad en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con constancia, y suplicando por todos los santos (Efesios 6, 18). Y... ¿Cómo se llega a ser Santo? El proceso de canonización tiene que pasar por cuatro etapas: siervo de Dios, venerable, beato y Santo. En la primera fase, se presenta a la Santa Sede un informe de la vida y las virtudes de la persona, y se estudia si realmente ha vivido según Dios. En la segunda fase se analiza esta cuestión mucho más al detalle, estudiando su vida completa, escritos, preguntando a conocidos, etc. Si se confirma que su vida realmente ha sido virtuosa se le proclama venerable. Después, se requiere un milagro post-mortem, atribuido a su intercesión mediante la oración. Este milagro es analizado por comisiones científicas y teológicas, y sólo si se demuestra válido se propone su beatificación. Pues Jesús les dijo: «En verdad os digo que si tuvierais fe y no vacilaseis, no solo haríais lo de la higuera, sino que diríais a este monte: “Quítate y arrójate al mar”, y así se realizaría» (Mateo 21, 21). Si se trata de un mártir, tras probar que su muerte ha sido por Cristo, se le beatifica directamente, pues el martirio equivale a un milagro. Finalmente, un segundo milagro tras la beatificación es necesario para proclamar Santo al candidato.

¿Y podemos nosotros llegar a ser Santos? Claro que sí, como está escrito: Seréis santos, porque yo soy santo (1 Pedro 1, 16b). Así lo desea Dios: que todos los cristianos sean Santos. Es decir, que vivan como Jesús nos enseñó y como nos enseña hoy en día la Iglesia: rechazando el mal y obrando el bien. Viviendo con las armas de la luz, con los Sacramentos y con amor en todo. Viviendo para los demás y no para uno mismo. Viviendo en el camino de la Vida. Anunciando el Evangelio, la buena noticia de Jesucristo, y el amor de Dios, según lo dicho en la Escritura. Así pues, ya comáis, ya bebáis o hagáis lo que hagáis, hacedlo todo para gloria de Dios (1 Corintios 10, 31). Y esto no como una carga o mediante propósitos, sino por puro agradecimiento al amor de Dios en tu vida. Ojalá nosotros amemos a Dios, porque él nos amó primero (1 Juan 4, 19).

San Francisco de Asís San Francisco de Asís es uno de los Santos más importantes de la Iglesia. Nació en 1181 en una familia de clase alta, y durante su juventud se dedicó a gozar de la vida con sus amigos. En 1202 lo encarcelaron un año y, después, cayó enfermo. Durante su enfermedad, aconsejado por Dios, volvió a Asís donde moderó su forma de vida, empezó a ayudar a leprosos, y contribuyó a la reconstrucción de la capilla de San Damián. Para ayudar en dicha reconstrucción, San Francisco vendió una gran cantidad de vestidos de la tienda de su padre, enfadándolo mucho. Su padre le mandó volver a su casa o bien renunciar a su herencia y pagarle los vestidos. Francisco optó por renunciar a la herencia, pero dijo que el dinero de los vestidos era de los pobres. Sin embargo, su padre le obligó a comparecer ante el obispo de Asís, quien exhortó al joven a devolver el dinero, pues a Dios no le agrada la limosna de lo robado. Francisco obedeció y, para terminar de cortar lazos, se desnudó allí mismo y entregó sus propios vestidos a su padre.

En el año 1208, en la capilla de Porciúncula, y tras ayudar a reconstruir varias capillas, San Francisco recibió su misión final al escuchar las palabras de la misión de los doce (Mateo 10, 7-19). Tomando en serio la Palabra, se quedó únicamente con una túnica y se fue a anunciar el Evangelio. Dios le regaló los dones de profecía y milagros, haciéndolo muy conocido. En 1210, San Francisco ya tenía unos doce seguidores, por lo que decidió a visitar al Papa para aprobar una primera regla de vida para sus seguidores, fundando su orden. Hacia 1215 el número de franciscanos se había incrementado considerablemente. Viajaban de dos en dos anunciando el Evangelio, como el mismo Jesús había indicado. Luego partió varios años a predicar a Oriente.

Durante su ausencia la Orden sufrió cambios drásticos contrarios a la inspiración de Francisco, por lo que a su regreso la orden fue reformada. Este proceso terminó el año 1223 cuando el Papa aprobó la regla definitiva de la Orden. Al año siguiente, se retiró en oración al Monte Alvernia donde recibió los estigmas de Cristo, que por creerse indigno procuraba ocultar. Finalmente, murió en 1226 y, poco después, fue proclamado Santo. San Francisco de Asís es la prueba de que, con la gracia de Dios, el desprendimiento de los bienes que nos mandó Jesús es posible. En San Francisco se cumplieron las palabras del Evangelio: Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (Mateo 5, 3). En San Francisco tenemos un modelo de vida basado en la sobriedad, que nos fortalece y nos da la certeza de que vivir así es posible. ¡Dios nos cuida siempre!

Santa Teresa de Jesús Santa Teresa de Jesús nació en Ávila el año 1515 y, desde pequeña, deseó el martirio y la vida monástica. Sin embargo, tuvo un periodo de su juventud donde se guió por las lecturas caballerescas y la moda pero, tras caer enferma, ingresó en el convento de la Encarnación donde se dedicó a la oración y a la lectura de los Santos. Tres años después se curó de su enfermedad. Sin embargo, empezó a abandonar la oración conversando en la entrada del convento durante largas horas, hasta que un día Dios le hizo ver su error y comenzó a vivir en oración continua. Después de mantenerse fiel durante veinte años de sequedad en la oración, Santa Teresa de Jesús empezó a tener visiones de Dios. Sin embargo, temiendo que pudiesen ser engaños del maligno, lo puso en secreto en conocimiento de algunas personas para que le ayudasen a discernirlo. Sin embargo, la noticia se difundió y trajo consigo duras persecuciones por parte de otros miembros de la Iglesia. Aún así, ella siempre sobrellevó esta persecución con una confianza absoluta en Dios, exultando: Que la esperanza os tenga alegres; manteneos firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración (Romanos 12, 12). Por supuesto, sí que eran visiones de Dios.

Tras veinticinco años en el convento, cansada de ver la gran cantidad de distracciones que existían en todos los conventos de la época, decidió fundar su propio convento. Tuvo que hacerlo casi en secreto por las duras críticas que recibió por parte de las hermanas de su convento. Así pues, tras muchos problemas, en 1562 se fundó el convento de San José, donde estableció la más estricta clausura, el silencio casi perpetuo, la permanente abstinencia de carne, la oración continua y la mayor pobreza posible; ya que quien a Dios tiene Nada le falta: Sólo Dios basta (Santa Teresa de Jesús)[6]. Rápidamente, este nuevo régimen de clausura tuvo mucho éxito, por lo que se fundaron muchos más monasterios. Sin embargo, este éxito hizo que la orden de los carmelitas a la que pertenecía tomara duras medidas en contra de ella, prohibiéndole formar nuevos conventos y obligándole a recluirse en uno. Sin embargo, con la ayuda de Dios y de varios amigos suyos, consiguió el beneplácito de la Santa Sede para formar una rama de la orden carmelita con autoridad propia: los carmelitas descalzos. Finalmente, escribió varios documentos autobiográficos y místicos que la hicieron merecedora del titulo de “Doctora de la Iglesia”. Su vida fue un ejemplo de oración incesante, de paciencia y de abandono a la providencia de Dios. Santa Teresa de Jesús vivió y murió sabiéndose amada por Dios. ¡Y a ti también te ama Dios!

Práctica Todos nosotros estamos llamados a ser Santos en nuestra vida. Y ejemplos que podemos seguir para alcanzarla hay muchísimos, porque son muchos los Santos que han existido. Por eso, vamos a conocer brevemente a un Santo muy actual: San Maximiliano María Kolbe. Por supuesto, nunca está de más investigar la vida de otros Santos para aprender de ellos como modelos de Fe en Cristo que son. Es posible que un Santo viviera una situación similar a la que tú estás viviendo y, si conoces cómo actuó para ser Santo, podrás tú hacer lo mismo con la ayuda de Dios.

Ver la vida de San Maximiliano María Kolbe

Comentarios

Diego Fernando Puerta(24-03-2024)
Un testimonio de amor muy relevante. Conviene vivir la vida junto a la Santísima Virgen María, Reina y Señora de todo lo creado por Dios Padre.
Sin duda, conviene. Dios le bendiga. Agradecemos sus comentarios. La paz.
José Gerardo Cazares Zamora(16-04-2021)
Muy bien explicado, gracias.
Nos alegramos de ello. Dios le bendiga. La paz.
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