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7. Sin Amor, no soy nada

Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros.
- Juan 13, 34

La Caridad La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios (Catecismo 1822). Pues... ¡Muy grande es el amor de Dios! Si has tenido esta experiencia eres afortunado, pues es sin duda la mejor de la vida. No hay nada comparable al amor de Dios. Y este amor de Dios es el motor de la caridad, pues como dicen las Escrituras: Nosotros amemos a Dios, porque él nos amó primero (1 Juan 4, 19). Hay que destacar que, aunque hoy en día la palabra amor está muy mal gastada, sigue señalando el fin último del hombre. Y el hombre lo busca de diferentes formas: el amor a una pareja, el amor de los padres a los hijos, el amor a los amigos, el amor a la patria, etc. En definitiva, el hombre busca el amor, y espera encontrar en él el sentido máximo de su vida.

Pero el amor de Dios es superior a todos los otros tipos de amor: El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta (1 Corintios 13, 4-7). ¡El verdadero amor es Dios! La caridad de la que habla San Pablo en su carta es un tipo de amor ascendente, que se preocupa y respeta al otro sin considerarse a uno mismo para nada: es un amor que no es humano, es de Dios. El amor propio humano es un amor complaciente: un amor que busca sentirse querido por la otra persona. Para llegar a amar de verdad en una relación es necesario emplear este amor complaciente para guiar nuestros deseos y nuestra voluntad al amor perfecto, que es la caridad. Y una vez alcanzado este amor perfecto que viene de Dios conviene que mantengamos los dos en su justa medida. De esta forma, cuando el amor complaciente termine, porque todo menos la caridad lo hace, amaremos de verdad y, por ejemplo, no romperemos nuestro matrimonio. Pero esto solo es posible con Dios en medio, porque la caridad es Dios, como afirma San Juan diciendo: Dios es amor (1 Juan 4, 8b). ¡Sin Dios no podemos amar de verdad!

¿Y qué hay de los demás? Una vez Dios te concede y tú aceptas amarle como Él te ama a ti, se puede amar de esta forma también al prójimo, sea quien sea. Y debemos amar al prójimo por amor a Dios, porque si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve (1 Juan 4, 20). Así pues, la caridad es amar a Dios en primer lugar; pero también al prójimo, como respuesta al amor de Dios. Esto se concretiza en la vida diaria en el empleo de la limosna, el perdón, la misericordia o la oración; y sus frutos son tan hermosos como los matrimonios cristianos o el martirio. Porque el amor de Dios todo lo puede. Pero para poder amar así, lo primero de todo es tener la certeza de que... ¡Dios te ama!

Sin Amor, todo es vanidad Desde hace mucho tiempo que, las personas, tras una buena reflexión sobre su vida, se dan cuenta que todo es... ¡Vanidad de vanidades! -dice Cohélet-. ¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad! (Eclesiastés 1, 2). Porque al final, por mucho que hagas o tengas, te espera la muerte que acabará con todo. ¿Y tus obras? Quizás se recuerden un tiempo o, si tienes mucha suerte, puedes entrar en los libros de historia... una temporada. Al final, tu fin seguro está ligado al de la humanidad, que llegará. Y ante esto, uno se pregunta... ¿Qué saca el hombre de todos los afanes con que se afana bajo el sol? (Eclesiastés 1, 3).

Pues bien, Jesucristo nos abre una puerta en todo este sinsentido, diciendo: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Mateo 24, 35). ¡Luego ya hay algo que permanece! ¡Ya hay algo que merece la pena hacer en esta vida, porque no pasará! ¿Y qué es? ¡El amor! Así pues, la caridad es sin duda la virtud más importante, pues todo en este mundo se acabará: tus planes, tus logros y metas, tu herencia a la humanidad, etc. Da igual lo que hagas en tu vida, todo es vanidad, nada perdurará. Nada excepto la fe, la esperanza y, por supuesto, la caridad: En una palabra, quedan estas tres: la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor (1 Corintios 13, 13). ¿Y quieres ir a la eternidad con las manos vacías, llenas de obras que no van a perdurar; o llevarás algo de este amor que Dios te ha mostrado y que será recordado por toda la eternidad?

Práctica El amor de Dios y su respuesta, que es la caridad, son dos temas tan importantes que Benedicto XVI les dedicó una encíclica completa llamada “Deus Caritas Est”. Esta encíclica es fundamental para comprender la importancia de la caridad, y es algo que todos los católicos deberíamos conocer. Por ello... ¡Vamos a leerla!

Leer la encíclica ”Deus Caritas Est”


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