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7.3 Amar hasta el extremo

Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
- Juan 15, 13

El Amor perfecto El límite en el amor que puede dar el hombre está en el sufrimiento y la muerte. ¿Qué significa esto? Pues simplemente que podrás encontrar por el mundo a muy buenas personas y gente muy bondadosa y voluntariosa... ¡Y ojalá todos fuéramos así! Pero pese a esto, vas a encontrar muy pocos que mantengan estas actitudes sobre su propio sufrimiento y su propia vida. Es más, ciertamente, apenas habrá quien muera por un justo; por una persona buena tal vez se atrevería alguien a morir (Romanos 5, 7), pero nadie se plantea dar la vida por sus enemigos o sus opresores. Pues bien: Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros (Romanos 5, 8). Efectivamente, Dios nos ha amado de una forma que es imposible para los hombres. ¡Qué perfecto es el amor de Dios! Y de esta forma, Jesús nos ha abierto el camino a nosotros, para que podamos hacer lo mismo, engendrando en nosotros un hombre nuevo a su imagen y semejanza. Un hombre capaz de amar como Él nos ha amado, porque él nos amó primero (1 Juan 4, 19b). Y prueba de ello son los testimonios de los mártires, que murieron sin resistirse al mal y amando al enemigo que los asesinaba. ¡Algo imposible para los hombres, que tenemos tanto miedo! Pero llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Atribulados en todo, mas no aplastados; apurados, mas no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, mas no aniquilados (2 Corintios 4, 7-9). ¡Porque la fuerza de Dios es nuestra fuerza, su Vida es nuestra Vida, y su Amor nuestro Amor!

¿Qué significa amar hasta el extremo? Amar hasta el extremo significa hacer lo mismo que hizo Jesucristo, lo mismo que han imitado miles de Santos: significa hacer carne el Sermón del Monte y decir somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer (Lucas 17, 10b). ¡Y hacerlo sin rebajar o aguar la Palabra de Dios! Por ello, conviene recordar uno de los núcleos de dicho sermón, que nos da una idea muy clara al respecto: Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas. Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto (Mateo 5, 38-48).

No rechacemos el Amor La apostasía es, como dicen las Escrituras, un pecado que elimina toda esperanza y no nos ofrece nada más sino solo la perspectiva pavorosa del juicio y del furor del fuego que devorará a los enemigos (Hebreos 10, 27). ¿Y qué es la apostasía? Es decirle no a Dios, es decirle no a su sacrificio por ti en la cruz, y es, en definitiva, decirle no al amor perfecto. Porque no hay nada más grande que la entrega voluntaria de uno mismo y de su vida por amor, cuando el otro no lo merece. Y no hay nadie más grande que Dios, que ha hecho esto. Así pues, no hay mayor sacrificio y justificación que esta: Dios mismo ha muerto por amor a ti cuando no lo merecías. Efectivamente, nadie ha mostrado mayor amor que este, pues nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos (Juan 15, 13), y Dios la ha dado por ti incluso cuando eras su enemigo. Y te ha traído a su Iglesia. Y te ha dado una vida nueva. Te ha dado sabiduría y bienes espirituales en abundancia. ¡Te lo ha dado todo! Si rechazas este amor... ¿Qué te queda? ¡Nada! Quizás tu digas que no pasa nada, que no eres apostata. ¡Cuidado! A Dios, el omnipotente y el que escruta los corazones (Romanos 8, 27a) nada se le oculta; y poco le importan las formalidades, sino lo que hay en tu corazón.

Decir no a Dios es gravísimo. Y es cierto que su misericordia es enorme, por lo que si hoy le dices no, quizás mañana tengas otra oportunidad. O quizás no. Y no hace falta pensar que te puedes morir, que también, sino que simplemente puedes endurecer tu corazón. Cada negativa a Dios es un poco de arena que tiras en tu corazón y, si lo entierras completamente, no podrás volver a Él: habrás apostatado en tu corazón. Oirás la Palabra de Dios y te resultara desagradable. Concluirás que todo son tonterías y abandonarás la Iglesia. Y esto nos puede pasar a ti y a mi, que “somos tan católicos”, si negamos voluntariamente a Dios. ¿Cómo? Por ejemplo, rechazando la Caridad, la limosna, estando muy ocupados para hacer oración o ir a la Santa Misa, o pecando voluntariamente. Sí, por supuesto, con buenos motivos, siempre los hay; pero los hay porque valoras bien poco lo que se te ha regalado. Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia (Mateo 6, 33a), y todas las excusas desaparecerán por sí solas. Además, la importancia del Sacramento de la Reconciliación queda de manifiesto en estos casos. Pues si negar a Dios es echar arena en tu corazón, arrepentirte y confesarte es quitarla. Esta es la diferencia entre Judas y Pedro: los dos traicionaron a Jesús, pero Pedro se arrepintió y, saliendo afuera, lloró amargamente (Lucas 22, 62). Y Dios lo perdonó y fue, posiblemente, el Apóstol más importante de todos, sobre el cual Jesús fundamentó su Iglesia. Por ello, es importante tener un sano temor de Dios, que no significa tener miedo de Él, sino a estar sin Él. ¡Elige a Dios, que te ha amado hasta un extremo en el que nadie más te ama!

Práctica ¿Amar de forma perfecta? ¡Imposible para nosotros! Sólo Cristo ha amado hasta el extremo y... ¡Nos ha amado a nosotros! Por eso conviene tener siempre presente su Pasión, donde Dios nos demostró con hechos muy concretos cuán grande es su amor. Así pues, conviene ver la película “La Pasión de Cristo” de Mel Gibson.

Ver la película ”La Pasión de Cristo”

Aunque amar de forma perfecta es imposible para nosotros, Dios sí puede hacernos amar así, amando Él a través de nosotros, por decirlo de alguna forma. Pero para ello es necesario conocer el amor de Dios, como muy bien expresa la Hermana Glenda en una de sus hermosas canciones llamada “Si conocieras el don de Dios”, que os invito a escuchar con alegría.

Escuchar ”Si conocieras el don de Dios”

Insistir en la oración continua pidiendo Amar

Comentarios

Maria Isabel(07-05-2021)
Dios nos ha amado tanto tanto que nos ha enviado su Espíritu Santo y nos ha regalado sus dones para perfeccionar nuestra vida, abrirnos la inteligencia para que nos amemos los unos a los otros y seamos su iglesia peregrina y misionera que vive esperanzada en la Vida Eterna; deseando y pidiendo su segunda venida en gloria y majestad.
Muy cierto todo. ¡Maranata!
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