¡Enhorabuena, has encontrado un tesoro! Este artículo es parte de un curso que te invitamos a conocer: Curso Católico.

1.11 Venta de la Primogenitura

Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón.
- Hebreos 4, 12

Invocación al Espíritu Santo Para empezar la Lectio Divina hagamos la señal de la cruz y recemos el himno Veni Creator Spiritus. De esta forma pedimos al Espíritu Santo que nos ayude a comprender y poner por obra esta Palabra que vamos a escrutar.

Ven, Espíritu creador, visita las almas de tus fieles y llena de la divina gracia los corazones que Tú mismo creaste. Tú eres nuestro Consolador, Don de Dios Altísimo, fuente viva, fuego, caridad y espiritual unción. Tú derramas sobre nosotros los siete dones; Tú, el dedo de la mano de Dios; Tú, el prometido del Padre; Tú, que pones en nuestros labios los tesoros de tu palabra. Enciende con tu luz nuestros sentidos; infunde tu amor en nuestros corazones; y, con tu perpetuo auxilio, fortalece nuestra débil carne. Aleja de nosotros al enemigo, danos pronto la paz, sé Tú mismo nuestro guía y, puestos bajo tu dirección, evitaremos todo lo nocivo. Por Ti conozcamos al Padre, y también al Hijo; y que en Ti, espíritu de entrambos, creamos en todo tiempo. Gloria a Dios Padre, y al Hijo que resucitó, y al Espíritu Consolador, por los siglos infinitos. Amén (Veni Creator Spiritus)[80].

Lectura Isaac tuvo dos hijos: Esaú y Jacob. Esaú era el primogénito y, por lo tanto, según las costumbres de la época debía heredar la primogenitura: las promesas de Dios y la mayor parte de la herencia de su padre. Es decir, Esaú tenía un tesoro inmenso en herencia que despreció por un placer puntual, como vamos a leer en la lectura:

Un día que Jacob estaba preparando un potaje, llegó Esaú del campo, agotado. Esaú dijo a Jacob: «Dame un bocado de ese potaje rojo, pues estoy agotado». Por eso se lo llamó Edón. Jacob respondió: «Véndeme ahora mismo tus derechos de primogenitura». Esaú replicó: «Estoy a punto de morir, ¿de qué me sirve la primogenitura?». Jacob le dijo: «Júramelo ahora mismo». Él se lo juró, y vendió a Jacob su derecho de primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y potaje de lentejas. Él comió y bebió; luego se levantó y se fue. Así menospreció Esaú sus derechos de primogenitura (Génesis 25, 29-34).

Esta lectura no es sólo un hecho que ocurrió en el pasado, sino que nos habla hoy a nosotros mediante un ejemplo claro de lo que no conviene hacer. De hecho, así lo afirma San Pablo en una de sus cartas, que aparece como paralelo a la lectura, diciendo:

Que nadie se prostituya ni profane como Esaú, que solo por una comida vendió su primogenitura. Sabéis que más tarde quiso heredar la bendición, pero fue excluido, pues no obtuvo la retractación, por más que la pidió hasta con lágrimas (Hebreos 12, 16-17).

¿Qué es un disoluto sino aquel que cambia fácilmente de parecer y niega a Cristo según le conviene, es decir, dependiendo de la situación o persona con la que esté? ¿No es acaso un idólatra el que sirve a quien más le conviene cada vez: dinero, afectos, fama, Dios, etc? ¿Qué es un impío sino aquel que muestra muy poco interés por las cosas de Dios? Contra todo eso nos previene San Pablo en su carta.

Meditación Esta lectura es un aviso a todos nosotros, con el fin de que no perdamos de vista lo que es verdaderamente importante en nuestras vidas. Nosotros hemos heredado también las maravillosas promesas de Dios: la vida eterna, el poder amar hasta el extremo, el hombre nuevo que se gesta en nosotros, su Espíritu Santo, la felicidad y un largo etcétera. Son promesas que Dios va cumpliendo en la historia personal de cada uno de nosotros a su debido tiempo, si así nosotros lo queremos. Y esta lectura nos invita a no perder estas promesas.

Porque muchas veces nos puede pasar como a Esaú: se nos presenta una necesidad, un placer puntual, una situación de la que nos podemos aprovechar o cualquier otra cosa por el estilo, y renunciamos a Dios y a sus promesas para conseguir esa cosita mediocre que se nos presenta. ¿Y de verdad merece la pena renunciar a Dios y a la vida eterna con Él por un poco de dinero, algo de placer o fama pasajera? Este fue el gran pecado de Esaú, que más adelante repetirá el pueblo de Israel en muchas ocasiones, y que nosotros también repetimos muchas veces: la idolatría. Escoger otras cosas en lugar de a Dios.

¿Un partido de futbol o ir a ver a Dios en la Santa Misa? ¿Un “buen rato” con mi novia o hacer la Voluntad de Dios respecto del noviazgo? ¿No declarar el IVA y hacer alguna omisión con hacienda o comportarse íntegramente como hijo de Dios que soy? ¿Callarme para quedar bien y que no me digan nada o declararme cristiano e hijo de Dios? ¡Llevemos cuidado! Al igual que Esaú nosotros también podemos perder la vida eterna si negamos pertinazmente a Dios aferrándonos a los huecos placeres de la vida. Por eso, esta lectura es una invitación a valorar el tesoro de ser católico por encima de todo lo demás.

Una vez terminada la meditación, permanezcamos cinco minutos en oración silenciosa, meditando a la luz de la Palabra la siguiente pregunta: “¿Qué me dice Dios a mi vida concreta con esta Palabra?” Cuando más práctica, concreta y aplicada a nuestra vida sea la respuesta, mejor. Porque con esta Palabra Dios te esta hablando hoy personalmente a ti.

Oración Continuemos la Lectio Divina con una oración personal a nuestro Padre celestial, pidiéndole lo que necesitamos para llevar a nuestra vida esta Palabra, y dándole gracias por habernos ayudado a comprenderla. A continuación, recemos el Padre Nuestro y no nos olvidemos de nuestra madre María saludándola con un Ave María. Terminemos, finalmente, realizando la señal de la cruz con la intención de llevar esta Palabra con perseverancia a nuestra vida diaria, sin dudar nunca de que... ¡Dios nos ama!


Comentarios

Raúl Niño(23-09-2022)
Ahora que estoy viviendo una situación económica precaria le pido a Dios que se haga su santa voluntad y me de el don de sabiduría para no renegar de Él. Al contrario, que me ayude a aferrarme a Él...
Oremos por ello: Padre Nuestro, Ave María, Gloria.
Provi Santiago(27-07-2021)
Necesitamos del don de perseverancia y fortaleza que el Espiritu Santo nos regala. ¡Ven Espiritu Santo, visita mi alma!
Muy cierto. ¡Ven Espíritu Santo a las almas de tus fieles!
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