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1.2 Obediencia o Desobediencia

Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón.
- Hebreos 4, 12

Invocación al Espíritu Santo Para empezar la Lectio Divina hagamos la señal de la cruz y recemos el himno Veni Creator Spiritus. De esta forma pedimos al Espíritu Santo que nos ayude a comprender y poner por obra esta Palabra que vamos a escrutar.

Ven, Espíritu creador, visita las almas de tus fieles y llena de la divina gracia los corazones que Tú mismo creaste. Tú eres nuestro Consolador, Don de Dios Altísimo, fuente viva, fuego, caridad y espiritual unción. Tú derramas sobre nosotros los siete dones; Tú, el dedo de la mano de Dios; Tú, el prometido del Padre; Tú, que pones en nuestros labios los tesoros de tu palabra. Enciende con tu luz nuestros sentidos; infunde tu amor en nuestros corazones; y, con tu perpetuo auxilio, fortalece nuestra débil carne. Aleja de nosotros al enemigo, danos pronto la paz, sé Tú mismo nuestro guía y, puestos bajo tu dirección, evitaremos todo lo nocivo. Por Ti conozcamos al Padre, y también al Hijo; y que en Ti, espíritu de entrambos, creamos en todo tiempo. Gloria a Dios Padre, y al Hijo que resucitó, y al Espíritu Consolador, por los siglos infinitos. Amén (Veni Creator Spiritus)[80].

Lectura En primer lugar vamos a leer esta lectura teniendo en cuenta que al leer pasajes sobre ciudades, reinos y templos del pueblo de Israel, generalmente deben entenderse como figuras de nosotros mismos, según las palabras de San Pablo: Todo esto les sucedía alegóricamente y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades (1 Corintios 10, 11). Por otro lado, los reinos y ciudades enemigos deben entenderse como los “poderes” que nos amenazan y dominan espiritualmente: pecados, esclavitudes, situaciones que superan nuestras fuerzas, amenazas, el maligno y sus ángeles, tentaciones, etc. Esto no significa que estas cosas que se narran no ocurriesen de verdad, sino que ocurrieron también como aviso para nosotros: tú y yo somos Israel, tú y yo somos el templo de Dios, y en este caso, tú y yo somos esa gran ciudad y sus gentes de la que se habla en la lectura.

Esto dijo el Señor: Baja al palacio del rey de Judá y transmítele este mensaje: Escucha la palabra del Señor, rey de Judá, que te sientas en el trono de David; y que la escuchen también tus cortesanos y tu pueblo, que entran por estas puertas. Esto dice el Señor: Practicad la justicia y el derecho, librad al oprimido del opresor, no explotéis al forastero, al huérfano y a la viuda, no derraméis sin piedad sangre inocente en este lugar. Pues, si ponéis en práctica esto que os digo, seguirán entrando por las puertas de este palacio reyes que ocuparán el trono de David, montados en carruajes y a lomos de caballo, acompañados de sus ministros y de su pueblo. Pero, si no hacéis caso de lo que os digo, por mi vida -oráculo del Señor-, que convertiré en ruinas este palacio (Jeremías 22, 1-5).

Además, si leemos un poco más para comprender mejor este pasaje nos encontramos con unos versículos muy reveladores, que hablan sobre por qué la ciudad, o lo que es lo mismo, nosotros mismos, acabaremos en ruinas si no obedecemos a Dios.

Gente de distintos pueblos pasará cerca de esta ciudad y se preguntarán unos a otros: «¿Por qué ha tratado así el Señor a esta ciudad tan importante?». Y algunos les responderán: «Porque abandonaron la alianza que habían hecho con el Señor, su Dios, y se dedicaron a adorar y a dar culto a otros dioses» (Jeremías 22, 8-9).

Meditación ¿Se trata Dios de un tirano al que si obedeces todo te va bien, y si no lo haces todo te va mal? No. Este no es el significado de esta lectura. Dios no habla aquí de que según obedezcas o no todo te va a ir bien en la vida o no, pues Jesús nos dice claramente que en el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo (Juan 16, 33b). Para comprenderla bien debemos recordar en primer lugar que Dios no necesita nada de nosotros, pues ya es Dios y lo tiene todo. Su Palabra y su Ley es una guía que nos regala para que podamos recorrer el camino de la Vida, y finalmente nos podamos encontrar con Él, que es el Amor y el Bien. Y nos la da simplemente porque nos ama.

Y en este caso Dios nos habla de la ciudad de nuestra alma: nosotros hemos sido creados por amor y para amar, y por ello practicar el derecho y la justicia con los oprimidos y no hacer mal a los débiles es algo muy básico y necesario para que pueda subsistir el amor. Por supuesto, el amor de verdad es algo tan sublime que necesita de mucho más para brillar en todo su esplendor, pero si uno se dedica a aprovecharse de los débiles y a oprimir a los demás directamente extingue el amor. Por eso Dios dice claramente: si ni siquiera evitas hacer el mal a los débiles, tu alma acabará en ruinas, sin amor, sin vida y muerta. Así pues, en esta lectura Dios simplemente nos avisa de cuáles son las consecuencias de nuestros propios actos en nuestra alma.

El pasaje que encontramos un poco después es muy revelador ya que nos indica la raíz de estas acciones que extinguen el amor. Efectivamente, amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo son dos mandamientos inseparables e íntimamente unidos. Por eso, la raíz de no amar al prójimo es, en definitiva y como dice este segundo pasaje, no amar a Dios sino a otros ídolos. Es decir, el objetivo de explotar al débil, y lo podemos ver a nuestro alrededor, es que las personas en lugar de amar a Dios aman a un ídolo llamado dinero. Y esto es sólo un ejemplo, pues lo mismo ocurre con muchas otras cosas.

La pregunta clave ahora es: ¿Obedecemos o no a la Palabra de Dios? ¿Seguimos el camino de la Vida o el de la muerte? Porque al final lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero (Salmo 119, 105). Eso sí, no se trata de coger ahora la Ley y con nuestras fuerzas intentar cumplirla a rajatabla, porque es imposible. Los católicos vivimos sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe en Jesucristo (Gálatas 2, 16b). Porque el amor nace como respuesta al amor, y en este caso nuestro amor nace de haber experimentado el amor de Dios. Y este amor es el que da como fruto la obediencia a la Palabra de Dios y el cumplimiento perfecto de la Ley. Pero además, el amor no se queda ahí, sino que va mucho más allá del mero cumplimiento de la Ley. Porque al igual que un amor que no se demuestra no es amor, así es también la fe: si no tiene obras, está muerta por dentro (Santiago 2, 17).

Una vez terminada la meditación, permanezcamos cinco minutos en oración silenciosa, meditando a la luz de la Palabra la siguiente pregunta: “¿Qué me dice Dios a mi vida concreta con esta Palabra?” Cuando más práctica, concreta y aplicada a nuestra vida sea la respuesta, mejor. Porque con esta Palabra Dios te esta hablando hoy personalmente a ti.

Oración Continuemos la Lectio Divina con una oración personal a nuestro Padre celestial, pidiéndole lo que necesitamos para llevar a nuestra vida esta Palabra, y dándole gracias por habernos ayudado a comprenderla. A continuación, recemos el Padre Nuestro y no nos olvidemos de nuestra madre María saludándola con un Ave María. Terminemos, finalmente, realizando la señal de la cruz con la intención de llevar esta Palabra con perseverancia a nuestra vida diaria, sin dudar nunca de que... ¡Dios nos ama!

Comentarios

Jairo(24-09-2022)
Bendiciones. Que Palabra tan importante me da hoy el Señor. Gracias Padre celestial.
¡Bendito sea Dios!
Felix Ramos(29-06-2022)
Gracias por este tan maravilloso curso. No tiene desperdicio. Dios les bendiga grandemente a todos los colaboradores de esta maravillosa aplicacion y María les asista siempre.
Muchas gracias. Dios le bendiga. La paz.
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