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1.7 Promesas imposibles

Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón.
- Hebreos 4, 12

Invocación al Espíritu Santo Para empezar la Lectio Divina hagamos la señal de la cruz y recemos el himno Veni Creator Spiritus. De esta forma pedimos al Espíritu Santo que nos ayude a comprender y poner por obra esta Palabra que vamos a escrutar.

Ven, Espíritu creador, visita las almas de tus fieles y llena de la divina gracia los corazones que Tú mismo creaste. Tú eres nuestro Consolador, Don de Dios Altísimo, fuente viva, fuego, caridad y espiritual unción. Tú derramas sobre nosotros los siete dones; Tú, el dedo de la mano de Dios; Tú, el prometido del Padre; Tú, que pones en nuestros labios los tesoros de tu palabra. Enciende con tu luz nuestros sentidos; infunde tu amor en nuestros corazones; y, con tu perpetuo auxilio, fortalece nuestra débil carne. Aleja de nosotros al enemigo, danos pronto la paz, sé Tú mismo nuestro guía y, puestos bajo tu dirección, evitaremos todo lo nocivo. Por Ti conozcamos al Padre, y también al Hijo; y que en Ti, espíritu de entrambos, creamos en todo tiempo. Gloria a Dios Padre, y al Hijo que resucitó, y al Espíritu Consolador, por los siglos infinitos. Amén (Veni Creator Spiritus)[80].

Lectura Para poner en contexto esta lectura conviene mencionar que este dialogo que vamos a leer ocurre cuando Abraham lleva ya años caminando y esperando el cumplimiento promesa que Dios le había hecho: un hijo. Y durante esta espera llega un momento donde Abraham duda y decide por su cuenta interpretar que lo que en realidad quería Dios es que tuviera un hijo con una de sus siervas, y que este fuera adoptado por su esposa para convertirlo en su hijo real, según permitía la ley de aquel entonces. Ese hijo se llamó Ismael, pero no era el hijo de la promesa de Dios. Por eso, Dios vuelve a ver a Abraham y le dice lo que vamos a leer a continuación:

El Señor dijo a Abrahán: «Saray, tu mujer, ya no se llamará Saray, sino Sara. La bendeciré y te dará un hijo, a quien también bendeciré. De ella nacerán pueblos y reyes de naciones». Abrahán cayó rostro en tierra y se sonrió, pensando en su interior: «¿Un centenario va a tener un hijo y Sara va a dar a luz a los noventa?». Y Abrahán dijo a Dios: «Ojalá pueda vivir Ismael en tu presencia». Dios replicó: «No, es Sara quien te va a dar un hijo; lo llamarás Isaac; con él estableceré mi alianza y con sus descendientes, una alianza perpetua» (Génesis 17, 15-19).

Pero Abraham no es el único que se ríe y duda: Sara también lo hace. Y esto lo podemos leer en uno de los paralelos de la lectura, que dice lo siguiente:

Abrahán y Sara eran ancianos, de edad muy avanzada, y Sara ya no tenía sus períodos. Sara se rio para sus adentros, pensando: «Cuando ya estoy agotada, ¿voy a tener placer, con un marido tan viejo?». Entonces el Señor dijo a Abrahán: «¿Por qué se ha reído Sara, diciendo: “De verdad que voy a tener un hijo, yo tan vieja”? ¿Hay algo demasiado difícil para el Señor? Cuando vuelva a visitarte por esta época, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo» (Génesis 18, 11-14).

Estas actitudes contrastan con la de María que, por el contrario, tras una breve sorpresa, su última palabra fue un “hágase”, con la plena confianza de que Dios todo lo puede. Podemos leerlo en el pasaje de la anunciación, que es otro paralelo de la lectura:

Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se retiró (Lucas 1, 34-38).

Meditación Esta lectura nos habla de las promesas de Dios: las promesas que Él nos hace a nosotros. Y nos habla de la confianza en Dios. Efectivamente, Abraham y Sara, tras mucho tiempo de espera y camino, dudaron. Y Abraham interpretó y reinterpretó lo que Dios le había dicho, y decidió que era mejor si él mismo hacía algo al respecto. Es, en definitiva, lo que muchos dicen: «a Dios rogando pero con el mazo dando»*. Y eso hacemos muchas veces nosotros que, cansados de esperar, damos el puñetazo sobre la mesa y decimos: ¡Yo lo voy a hacer mejor! Pero Ismael no era el hijo real de Sara y esto trajo muchos problemas, discusiones y riñas entre la criada y Sara, que dividían a toda la familia y amargaban a Abraham. ¡Y los mismos problemas traen tantas veces nuestras “soluciones” y apaños a las promesas de Dios!

Por otro lado está la figura de María, que simplemente dice “hágase”. ¿Que quieres que tenga un hijo virgen? ¡Que así sea! ¿Que eso en aquella época era juzgado como adulterio y condenado a la pena de muerte, por apedreamiento, antes de que el hijo naciera? Ni siquiera hace falta mencionarlo, ni mucho menos preocuparse: Dios se encargará de todo, pues Él ha dicho que su hijo iba a nacer. ¿Que como prueba de lo que dice me cuenta que una familiar de la que hace años que no sé nada está embarazada? Pues me lo creo, y de hecho voy a visitarla para ayudarla. ¿Que todo esto parece un sinsentido? ¡Pero para Dios no hay nada imposible! Si Él lo promete, lo cumplirá. Con esta actitud María nos muestra el verdadero significado de la palabra «fiarse», que conviene imitemos en nuestra vida. De hecho, a esta frase se la llama el «fíat» de María.

Y tanto en un caso como en el otro, el resultado fue el mismo: Dios cumplió su promesa. Y de hecho, Abraham aprendió de su error y ya no volvió a dudar más de Dios. Por eso, fue capaz luego de hacer lo que Dios le pedía aunque pareciera un sinsentido. Pero Dios, de nuevo, no falló, y mostró su poder. ¿Y nosotros? Mira las promesas que Dios te ha hecho: que te dará la vida eterna, que va a engendrar en ti un hombre nuevo capaz de amar hasta el extremo, que su amor por ti no se acabará, que nunca te abandonará y que a su lado conocerás el verdadero Amor. ¡Él las va a cumplir! Pero... ¡Cuidado! No confundamos las promesas de Dios con lo que nos gustaría que Dios nos prometiera o con lo que le hemos pedido. Dios cumple sus promesas, no tus caprichos: salud, dinero y placer no son las prioridades de Dios, sino tu alma, tu salvación y tu amor. No dudes que al final, si no dejas de insistir en recorrer el camino de la Vida, Dios cumplirá lo prometido. La pregunta clave es... ¿Lo crees como María, o dudas como Abraham y Sara?

Una vez terminada la meditación, permanezcamos cinco minutos en oración silenciosa, meditando a la luz de la Palabra la siguiente pregunta: “¿Qué me dice Dios a mi vida concreta con esta Palabra?” Cuando más práctica, concreta y aplicada a nuestra vida sea la respuesta, mejor. Porque con esta Palabra Dios te esta hablando hoy personalmente a ti.

Oración Continuemos la Lectio Divina con una oración personal a nuestro Padre celestial, pidiéndole lo que necesitamos para llevar a nuestra vida esta Palabra, y dándole gracias por habernos ayudado a comprenderla. A continuación, recemos el Padre Nuestro y no nos olvidemos de nuestra madre María saludándola con un Ave María. Terminemos, finalmente, realizando la señal de la cruz con la intención de llevar esta Palabra con perseverancia a nuestra vida diaria, sin dudar nunca de que... ¡Dios nos ama!

Comentarios

Rita(06-05-2021)
Bueno me gusta explorar la palabra de Dios, y esta Lectio Divina me ha gustado mucho, y ya encontre otra respuesta a mi problema. He hecho otros cursos pero este me ha hecho entender mejor.
Nos alegramos por partida doble. Dios la bendiga. La paz.
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Notas y aclaraciones

... dando»*
Dicho popular «A Dios rogando pero con el mazo dando» es un dicho popular antiguo de muchas regiones de España cuyo significado, completamente equivocado, es que debes trabajar las cosas por tu cuenta, pues Dios ofrece poca o nula ayuda práctica. La verdad es que la providencia de Dios lo gobierna todo, y Dios sí ayuda a los hombres.