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2.10 El por qué de todo

Señor, tú eres mi Dios; te ensalzaré y alabaré tu nombre, porque realizaste magníficos designios, constantes y seguros desde antiguo.
- Isaías 25, 1

El por qué de todo ¿Por qué este mundo es cómo es? ¿Por qué este mundo no es perfecto? ¿Por qué existen la enfermedad y el sufrimiento? ¿Por qué existen la vejez y la muerte? ¿Por qué en ocasiones parece que Dios no está? ¿Por qué es necesaria otra vida después de esta? ¿Por qué hay algunas personas que se condenan y otras que no? ¿Por qué es necesaria la conversión? ¿Por qué Dios permite todo esto si nos ama?

Dios es amor. Dios te ama. Y cuando alguien ama quiere siempre lo mejor para la persona amada. Por eso Dios, que quiere lo mejor para ti, quiere establecer una relación de amor contigo... ¡Porque lo mejor para ti es Él mismo, que lo es todo! Pues si tienes a Dios tienes todo lo bueno y bello que existe. Es más, tienes al bien y a la belleza mismas. ¡Por eso Dios, que te ama, quiere que le correspondas! Él te dice: Venid a mí los que me deseáis, y saciaos de mis frutos. Pues mi recuerdo es más dulce que la miel, y mi heredad más dulce que los panales (Eclesiástico 24, 19-20).

Sin embargo, para establecer una relación de amor hay que dejar a la persona amada libre pues el amor no se puede forzar... ¡O no sería ya amor, sino egoísmo! Y para que haya libertad es necesario que existan dos opciones: corresponder al amor o no hacerlo. Por eso Dios te deja la opción de escogerlo a Él o no. Por eso existe la duda, por eso no todo “parece” bueno, por eso existe el sufrimiento y la prueba (aunque sirven para mucho más) y por eso existe también la Fe: es la forma de corresponder al Amor de Dios cuando aún existe la duda. De hecho, Fe hace que San Pablo diga: pues estaba persuadido de que Dios es capaz de hacer lo que promete (Romanos 4, 21), aunque no fuera capaz de verlo con sus propios ojos.

Pero elegir corresponder al Amor de Dios o no es una elección muy seria. Y esta elección se puede tomar de dos formas: directamente, o con los hechos. De hecho, diría que es más importante la segunda forma de tomarla. Así pues, puedes rechazar a Dios diciendo: «¡No quiero saber nada de Dios!» O puedes decir: «¡Yo quiero a Dios!», pero dedicarte a cometer delitos y pecados que niegan directamente la misma esencia de Dios y que, por tanto, lo niegan a Él mismo. Al final, en ambos casos, lo estás rechazando. ¿Y cuál es la mejor forma de aceptarlo? Decir: «Dios, yo quiero amarte, pero sabes que soy débil, por favor, ayúdame tú a hacer el bien.» Y después, simplemente, tratar de hacer el bien perseverantemente pues, si tú no puedes, Él lo hará en ti. Quizás no hoy, quizás mañana o quizás sí hoy. ¡Tú no pierdas ninguna oportunidad! Dios va a esperarte toda tu vida... ¡Porque te ama! Y si por lo que sea eliges mal, mientras vivas Dios siempre te dará otra oportunidad a través del Sacramento de la Reconciliación... ¡Pues Él te ama!

Aun así... ¿Qué clase de amor es aquel que deja sufriendo a la persona amada? Por eso, Dios no solo ha creado el mundo en el que vivimos, sino también la vida eterna. En este mundo, por un tiempo limitado, en medio de la duda que permite la libertad, tenemos la opción de elegir si queremos estar con Dios o no. Después, en la vida eterna, obtendremos la elección que hayamos hecho. ¡Cuánto quiere Dios que lo elijas a Él para que seas realmente feliz! Pues ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman (1 Corintios 2, 9b). ¡Dicha y felicidad eternas, como querrías tú para la persona a la que amas!

¡Y qué poco quiere que no lo elijas a Él, pues sabe que así lo perderás todo! Por eso dice el profeta Ezequiel en nombre de Dios al pueblo de Israel, es decir, a ti y a mi: Pues diles: “Por mi vida -oráculo del Señor Dios- que yo no me complazco en la muerte del malvado, sino en que el malvado se convierta y viva. Convertíos, convertíos de vuestra perversa conducta. ¿Por qué os obstináis en morir, casa de Israel?” (Ezequiel 33, 11). Sin embargo y, precisamente porque te ama, no va a forzar sobre ti la elección.

Pero aún falta algo más: Dios no sería amor absoluto si durante este periodo de elección se quedara al margen mirando. Por eso hace algo realmente hermoso: ¡Sufre contigo y por ti! Primero, históricamente en Jesús que ha pasado, por amor a ti, por una de las torturas y muertes más terribles jamás inventadas: la cruz. De esta forma te abre el camino a la Salvación y te muestra, con su propia vida, que no tienes nada que temer, pues no hay temor en el amor, sino que el amor perfecto expulsa el temor (1 Juan 4, 18a). Y en segundo lugar... ¡Con su Providencia te acompaña y ayuda ahora, pues Él conoce de primera mano tu sufrimiento! Eso sí, siempre sin forzar tu libertad, de forma disimulada, con “coincidencias” y “casualidades”, o incluso con verdaderos milagros. Es decir, con su Providencia. Pues todo le vale para atraerte, siempre que no fuerce con ello tu elección. Porque elegir corresponder a su amor o no es cosa tuya. Así pues... ¡Dios te ama! ¿Cuál es tu respuesta?

Comentarios

Fernando Ruiz(16-11-2022)
Elegir al Señor es poder vivir con profundidad y con plenitud. Eso nos hace sonreir ante los problemas y nos da fuerza para amar.
Conviene, pues, elegir siempre a nuestro Señor Jesucristo. Con Él, todo se vive diferente. ¡Ánimo!
José Morales(15-02-2022)
Gracias a Dios por recibir está bendición de poder estudiar su hermosa Palabra por medio de esta aplicación. Gracias al Señor y la paz esté con ustedes siempre.
Dios le bendiga a usted también. La paz.
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